miércoles, 1 de febrero de 2017

Las mil caras del racismo



















Cada época tiene sus epidemias.

Y es necesario preguntarnos sobre las nuestras.


Parece bastante evidente que la mayor de nuestro tiempo es el racismo.
Sabemos que tiene mil caras.


Sus manifestaciones son múltiples y con enorme facilidad se hacen víricas.

No hacen falta para ello muchas ideas. Por el contrario, la falta de ideas las potencia.

 
Es decir que están por todos lados.

 
En los descarnados escenarios donde se cerca a los refugiados, en el desprecio hacia las mujeres, en la indiferencia hacia los ancianos, los discapacitados, los autistas…y podríamos seguir.

 
Grupo tras grupo. Y ordenarlos en una larga lista.


Cada uno con su etiqueta. Hashtag si quieren.
 

Somos todos segregados.
 

Vivimos rodeados de alambre de púas.
 

El historiador Reviel Netz tituló así un estudio que leí hace poco, - (“Alambre de púas”-. Eudeba). En él recorre la historia del impedimento del movimiento desde la conquista del Lejano Oeste y hasta la mitad del siglo XX. Considera que reducida a una fórmula la historia consiste en humanos que transforman el terreno para impedir el movimiento de los animales y de otros humanos y concluye que hay una relación directa entre el impedimento y la violencia.
 

El poder utiliza el temor a lo que viene de fuera para silenciar, para intimidar.
 

Otra manera de dominio es colocar a cada uno en la casilla de alguna categoría que lo define. No hace falta más que un solo rasgo. 
Es sorprendente como esta maniobra tan alienante ha penetrado hasta convertirse en una verdadera adicción. Ahora se clama para integrar alguna categoría, para sentirse en terreno seguro y obtener la respuesta al ¿quién soy?
 

Ahora eso sí, impedida de movimiento la humanidad queda impedida de pensamiento. (Ver: la aparición de Trump en el escenario de la política).
 

¿Nos resignaremos a ser una humanidad simplificada?
 

Shula Eldar

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