martes, 4 de abril de 2017

“El perverso, un singular auxiliar de Dios”


Esa frase de Lacan permite leer la premiada miniserie norirlandesa,  The fall (en castellano La caza).

La acción sucede en Belfast con el telón de fondo de la tirantez  política en las relaciones entre Irlanda del Norte e Inglaterra. El guionista Allan Cubbit nos conduce con maestría para llegar a adentrarnos en un tortuoso personaje, un sádico voyeur asesino en serie, planteado desde el comienzo en su relación con una digna adversaria, la detective inglesa y su intuición. Ese es uno de los elementos originales de esta serie. El nombre en inglés, “La caída” como la traducción con la que se conoce en castellano “La caza”, funcionan tanto para el uno como para la otra.

No resulta fácil definir lo que es la función de la mirada en el campo de la visión pero en ese personaje puede percibirse claramente cómo se trata de algo que puede muy bien sostener la existencia y, finalmente, desvastarla. Lo que importa en este voyeur, por haber profanado casi todo lo que puede ser visto, es interrogar en su víctima, lo que no puede verse. De allí la reiteración del acto.

En la tercera temporada se encuentran ciertas claves: el descubrimiento del suicidio de la madre, las andanzas del “chico bonito”, que permiten seguir el hilo de lectura que propongo aquí  y extraer conclusiones, siempre que se tenga en cuenta estas palabras de Cubbit en una entrevista en la que contesta unas peculiares críticas que vienen del lado del feminismo más antiguo y recalcitrante: “no soy el tipo de escritor que trata de explicar las cosas de un modo simple.”

En la conclusión entendemos por qué un verdadero perverso nunca llega a demandar un análisis (él ya sabe) y también por qué si llegara (aunque sufra, como sucedía en “M”, de Fritz Lang) habría que rechazarlo.

Alicia Calderón de la Barca

[*] Jacques Lacan- El Seminario XVI- Editorial Paídós